miércoles, 24 de junio de 2020
Fin y Principio - Wislawa Szymborska - Nadia Cerna
Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.
Alguien debe echar los escombros
a la cuneta
para que puedan pasar
los carros llenos de cadáveres.
Alguien debe meterse
entre el barro, las cenizas,
los muelles de los sofás,
las astillas de cristal
y los trapos sangrientos.
Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar un muro,
alguien poner un vidrio en la ventana
y la puerta en sus goznes.
Eso de fotogénico tiene poco
y requiere años.
Todas las cámaras se han ido ya
a otra guerra.
A reconstruir puentes
y estaciones de nuevo.
Las mangas quedarán hechas jirones
de tanto arremangarse.
Alguien con la escoba en las manos
recordará todavía cómo fue.
Alguien escuchará
asintiendo con la cabeza en su sitio.
Pero a su alrededor
empezará a haber algunos
a quienes les aburra.
Todavía habrá quien a veces
encuentre entre hierbajos
argumentos mordidos por la herrumbre,
y los lleve al montón de la basura.
Aquellos que sabían
de qué iba aquí la cosa
tendrán que dejar su lugar
a los que saben poco.
Y menos que poco.
E incluso prácticamente nada.
En la hierba que cubra
causas y consecuencias
seguro que habrá alguien tumbado,
con una espiga entre los dientes,
mirando las nubes.
Momentos - Nadia Cerna
momentos, el momento que diste tu primer
beso y tomaste tu primer cerveza, el
momento que crecieron mariposas y
el momento que rompio tu corazón.
Momentos que quedan, momentos que se fueron
el momento que viví sin ti
y los momentos que vivo contigo.
El momento que toqué tu piel, y el momento
que limpié tu llanto, el momento que fuí
feliz y el momento que acabó conmigo;
son solo momentos, pero a la vez
son motivos, el motivo de seguir el
camino, y decir a ese lugar yo no
vuelvo, momentos y motivos; me quedo
con ambos, me quedo en este momento
que comparto contigo.
Sonreir también es una forma de llorar - Benajmín Griss
Estás acostado en tu cama, mirando el techo de la
habitación. Contando estrellas como contando errores. Infinitos. Estás cansado.
Cansado de tanta mierda, de tantas mentiras, de dar explicaciones de lo que
haces y dejas de hacer, de que las personas te fallen continuamente.
Simplemente estás cansado y no es una excusa. Te sientes perdido, sin una
dirección concreta a la cual seguir y conseguir lo que quieres. Ahora la
soledad es uno de tus amigos más cercanos, “es peor no estar con nadie”,
piensas. La vida no pasa, pero el tiempo sí. Porque a veces no vivimos, pero sí
crecemos. Y no quieres morir como aquel anciano que murió con sus sueños
adolescentes y su último suspiro fue “¿Por qué no me arriesgué?”. En tu mente
hay un caos colectivo de suicidios involuntarios, no sabes cómo lidiar con eso,
porque los pensamientos se tornan deprimentes. Después de todo, sigues
sonriendo de la misma manera, como si nada estuviese pasando. Porque sonreír
también es una manera de llorar. Tal vez las lágrimas no caen, pero son
retenidas, y créeme, eso es peor que cualquier sufrimiento. Sigues buscando
algún motivo para seguir respirando. Lo encuentras. Quieres brillar como una
estrella, en realidad, como un lucero. Te pones los auriculares y te olvidas
del mundo por 3 o 4 minutos, te quedas dormido, sigues soñando porque es mejor
que la realidad. Despiertas. Lo único que ves diferente es la fecha, pero
sigues en el mismo lugar de siempre. Nada ha pasado desde entonces. Tu instinto
hace levantarte. Te lavas la cara triste y pones la mejor cara para enfrentar
al mundo. Sales. Das unos cuantos pasos. No sabes hacia dónde vas, lo único que
sabes es que quieres irte lejos. La gente comienza a cuestionarse la razón de
tu felicidad. Ellos piensan que nada anda mal, cuando en realidad todo anda
mal. Nunca lo sabrán, porque llevas una sonrisa disfrazada de tristeza y dolor;
de soledad y ausencia.
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