miércoles, 24 de junio de 2020

Sonreir también es una forma de llorar - Benajmín Griss

Estás acostado en tu cama, mirando el techo de la habitación. Contando estrellas como contando errores. Infinitos. Estás cansado. Cansado de tanta mierda, de tantas mentiras, de dar explicaciones de lo que haces y dejas de hacer, de que las personas te fallen continuamente. Simplemente estás cansado y no es una excusa. Te sientes perdido, sin una dirección concreta a la cual seguir y conseguir lo que quieres. Ahora la soledad es uno de tus amigos más cercanos, “es peor no estar con nadie”, piensas. La vida no pasa, pero el tiempo sí. Porque a veces no vivimos, pero sí crecemos. Y no quieres morir como aquel anciano que murió con sus sueños adolescentes y su último suspiro fue “¿Por qué no me arriesgué?”. En tu mente hay un caos colectivo de suicidios involuntarios, no sabes cómo lidiar con eso, porque los pensamientos se tornan deprimentes. Después de todo, sigues sonriendo de la misma manera, como si nada estuviese pasando. Porque sonreír también es una manera de llorar. Tal vez las lágrimas no caen, pero son retenidas, y créeme, eso es peor que cualquier sufrimiento. Sigues buscando algún motivo para seguir respirando. Lo encuentras. Quieres brillar como una estrella, en realidad, como un lucero. Te pones los auriculares y te olvidas del mundo por 3 o 4 minutos, te quedas dormido, sigues soñando porque es mejor que la realidad. Despiertas. Lo único que ves diferente es la fecha, pero sigues en el mismo lugar de siempre. Nada ha pasado desde entonces. Tu instinto hace levantarte. Te lavas la cara triste y pones la mejor cara para enfrentar al mundo. Sales. Das unos cuantos pasos. No sabes hacia dónde vas, lo único que sabes es que quieres irte lejos. La gente comienza a cuestionarse la razón de tu felicidad. Ellos piensan que nada anda mal, cuando en realidad todo anda mal. Nunca lo sabrán, porque llevas una sonrisa disfrazada de tristeza y dolor; de soledad y ausencia.

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